Monstruos, milagros y ruido: NO NUNCA en el Perineo Bar [26.10.24]
Dos escenarios. Diecisiete proyectos. Una comunión de ruido y furia. NO NUNCA, el encuentro del año que condensa la efervescencia del underground local.
En el jirón Chota está el Perineo Bar. Me repito, la asociación es evidente. Este local, sin embargo, no siempre se ha nombrado así: durante sus horas hábiles el espacio ubicado en un segundo piso se llama “ExpresArte” y funciona como una academia de música. Tiempo después de haber frecuentado el circuito del hardcore punk y el metalcore que ha adoptado esta casona como uno de sus puntos de reunión me entero que el bautizo de sus actividades nocturnas tiene que ver con una productora de conciertos del mismo nombre, “Perineo Producciones”. El resto es pura costumbre. De boca en boca, los asiduos al underground comenzaron a llamarlo así. De alguna manera u otra suena mucho mejor decir “Perineo Bar” que “ExpresArte”. Entre carretillas, latas y jaladores una pinta en negro aparece justo a la izquierda, marcando su entrada: SOLO PUNK-HXC. Una pinta que ha permanecido intocable hasta el día de hoy, pues los sonidos abrasivos y las percusiones furiosas que nos esperan esta noche no se inscriben necesariamente en ese espectro musical. Son las siete de la noche. Voy temprano aunque me apure de más la idea del tráfico. Bajando con prisa por toda la Brasil pienso en la larga faena que me espera. No quiero llenarme de expectativas porque todo podría pasar el día de hoy: hay espacio para el error y el éxtasis. Pero es claro que las expectativas están ahí, calentándose con el paso de los minutos. Voy contando las horas hacia atrás mientras me adentro al Paseo Colón.
Hacia finales de septiembre se anunciaba NO NUNCA, festival organizado por el sello discográfico Buh Records —probablemente uno de los núcleos musicales más importantes de nuestro país, con casi dos décadas en la escena— junto con los colectivos Deshumanización y Chuma Puputi —aparecidos en los últimos años y gestores de espacios para la movida local—. Desde la campaña de intriga se perfilaba como una noche de intenciones ambiciosas, revelando luego un line-up de diecisiete proyectos distribuidos en dos escenarios. Una se pregunta hace cuánto que no vemos una cosa así. Y es que la vida nocturna no ha vuelto a ser la misma desde que la crisis pandémica se encargó de desaparecer múltiples espacios para lo “under” —en este blog siempre volvemos a la desaparición de locales históricos, el encarecimiento de la vida en general y una extensa ola de migración masiva fuera del país—. NO NUNCA responde a un contexto donde el llamado underground se reconfigura a partir de las transformaciones materiales de la práctica artística y las necesarias e inevitables renovaciones generacionales. Hay una clara intención de presentarnos otras narrativas en el espacio de la música local donde la precariedad, la necesidad y la negativa son oportunidades para hacerse de nuevos espacios antes de ajustarse a los ya existentes.
Si el ecosistema de la música “independiente” se definía a partir de la ausencia de una gran industria musical, los crecientes procesos de profesionalización así como las tendencias mejor posicionadas en el medio “alternativo” ponen en cuestión el contenido de las etiquetas “independiente” o “alternativo”. Es decir, si toda la producción local cabe así nomás en ese amplio espectro. O en qué condiciones uno puede abandonar esa etiqueta misma. Más allá del trabajo de autogestión entre sellos discográficos y productoras de conciertos que han sabido armar sus escenas, lo cierto es que hay una diferenciación de espacios en relación a qué géneros dominan aquel ecosistema. Uno, por ejemplo, podría pensar en el circuito de ferias independientes que privilegia a cierta producción local porque está dirigido a un público mucho más abierto. Esto nos hace preguntarnos por los márgenes de aquel acontecer musical. Entonces no estoy diciendo nada arriesgado cuando digo que el espíritu de NO NUNCA es el de, efectivamente, los márgenes: aquello que ha tenido que buscar su propio espacio porque aparece a partir de cierta disidencia estética u exploración sonora. La propuesta concreta de este festival es la del eclecticismo de estos márgenes: creo que desde una mirada superficial, las propuestas reunidas no tienen un correlato entre sí, propiamente. Eso no significa que la curaduría del cartel no tenga una coherencia.
Primero habría que darse cuenta que hay una cuestión práctica de por medio, pues muchos de estos proyectos se hermanan —bien tocan juntos constantemente o son parte del mismo colectivo— aunque en principio no se definan bajo la misma estética. Si uno está atento a estos circuitos sabe que no es nuevo ver a Super Fuzz en el mismo cartel que Huachiman. Así tenemos un cartel que transita del noise al punk sin ningún problema, bajo sus propios términos e interpretaciones. También está el componente transgeneracional, que de alguna manera u otra toma distancia de la dicotomía de lo nuevo y lo viejo como escala de valor cuando nos referimos a la producción local. Si bien tenemos proyectos que recién han aparecido post-pandemia, también se presentan músicos que poseen una larga trayectoria y relevancia en estos circuitos —pienso específicamente en el caso de Liquidarlo Celuloide, que ya era harto conocido cuando yo apenas cursaba la secundaria—. Por último, volvemos a aquello que mencionaba líneas arriba: las nuevas narrativas del underground. Este es también un acto de posicionamiento. La organización del festival es muy autoconciente sobre esta tarea de establecer una narrativa concreta sobre los espacios de la música experimental —lo raro, lo disidente, lo disonante— local —su presente y pasado— y la existencia de esta cadena de antecedentes e influencias que se extienden hasta el día de hoy. Esto se hace claro empezando por el título mismo, que es una cita textual a un tema de los pioneros del industrial en el país, T de Cobre.
Me sellan el brazo. Son alrededor de las siete y media —tal vez un poco más temprano— y para mi sopresa ya hay un número considerable de personas. Comienzan los protocolos sociales de intercambiar saludos entre la gente de siempre. Ya te sabes de memoria el brillo de sus caras contra el parpadeo de los reflectores. El horario sigue su orden con una puntualidad casi perfecta —este va a ser el último comentario sobre la puntualidad porque me doy cuenta que se ha vuelto un cliché un tanto (bastante, en realidad) insoportable—. La ZONA A, que está destinada para las bandas, es el salón principal de Perineo. Está terminando de tocar The Faites. Su sonido es un tránsito entre el punk más clásico a algunos momentos bien indie tardo-adolescente sin perder el espíritu del primero. Suenan bien y al frente se arma un pequeño pogo con los que están. Hacia el vestíbulo del Perineo hay una gran banderola negra. NO NUNCA en unas concretas letras blancas. Más al fondo hay una gran pantalla blanca donde se comienza a proyectar unos visuales, a cargo del VJ Sebastián Suárez. Esa es la ZONA B, la que podemos llamar la “zona experimental”. Durante toda la noche vamos a transitar como rebaño entre un área hacia la otra. Ningún proyecto toca en simultáneo. Media hora por acto. En total serán al rededor de ocho horas de música. Lo que debería durar una jornada laboral completa.
El primer acto de la ZONA B es Ansialítica, un dúo a guitarra, sintetizadores, voz procesada y quena. Es un acto relativamente más corto que el de los ya programados, pero Ansialítica sabe cómo impostarse en una atmósfera desgarradora e intensa. La voz procesada no son más que gritos anafóricos, los cuales crean un efecto casi ancestral que se te imprime en los oídos. Eso va acompañado de rasgueos de guitarra que van en crecimiento a apartir de la distorsión, que aportan al vértigo del acto en general. No hay un descenso pautado. Es casi como presenciar un ritual del futuro. Sin perder el tiempo, nos vamos directo a la ZONA A. En el escenario ya están casi listos Los Membrillos. De creciente popularidad en la escena local, esta banda súper joven aparece en coincidencia con un revival mundial del shoegaze. La semana pasada fueron teloneros para Mujer Cebra (Argentina) y hace no mucho anunciaron la próxima publicación de su primer LP —que en principio estaba destinado a ser un EP—. El día de hoy se presentan sin su voz femenina, que siempre he creido les da un cariz mucho más melódico en vivo. Aun así, la rompen. Son bien notorias las influencias del shoegaze noventero más clásico, específicamente de Slowdive. Sin embargo, las canciones nuevas que nos presentan hoy son más pesadas y de vena ruidista. Sin duda me quedo con ganas de escucharlos más.
Me obligo a mirar con distancia la ZONA B. Perineo se llena con rapidez mientras aumenta el calor y pienso que usar cuero tal vez no era la mejor idea. No importa. El espacio es un tanto angosto. Más bien la asistencia del evento ha superado las condiciones del local. La distancia no importa porque nadie puede escapar del ruido así nomás. Del sueño melódico de Los Membrillos se abre paso un trance de proporciones oscuras a cargo de Fabrizio Tapia. Como un solo bloque concreto de sonido la secuencia del drone no deja indiferente a nadie e inunda el espacio entero. Es una experiencia puramente inmersiva que te obliga a colgarte de la estática y los ecos que vienen en olas producidas por sintetizador. Algunos en primera fila se quedan absortos, apenas moviendo las cabezas. Otros parecen extrañados hasta que aquella profundidad se vuelve dura cuando una saturación sostenida comienza a romper tímpanos y amplificadores. Logro oír un débil “ala mierda…”, casi como un murmullo entre los presentes. No es de fastidio, sino claramente de asombro. Y es que es probable que algunos de los presentes, tal vez esperando escuchar a alguna banda o proyecto en particular, estén entrando en contacto con este otro revés de la escena local. Qué tal iniciación.
Tomyor se toma un tiempo probando sonido en la ZONA A. De vuelta al salón principal, es bien notorio que vienen con un público ya fidelizado. Por ahí alguien pide un cable. Clásico. Un tanto uniformadxs con camisetas de la U, esta banda de Trujillo más bien está afiliada a esta clase de “tonti” punk o power pop de actitud bien irreverente y altamente pegadizo. Voces sintetizadas y pogos casi automáticos. Es la primera vez que se siente el temblor del baile en Perineo. El espacio se reduce y los cimientos de la casona parecen estremecerse. Ya lo dije una vez: no dejan de recordarme a bandas como Axolotes Mexicanos o Aiko El Grupo, cosa que les hace destacar porque creo que ese sonido y esa estética no se ha replicado localmente hasta ahora. Mientras el furor crece alguien me recuerda que la caída del techo podría ser de aproximadamente cuatro metros. No quiero pensarlo tanto. La ZONA B se repleta de inmediato con la presentación de Huachiman, proyecto solista de Vigo Sousa, quien también es parte del colectivo Chuma Puputi —colectivo organizador de este evento—. Aunque ya posee una producción pública en plataformas, Huachiman se inscribe en un circuito donde la presentación en vivo no gira alrededor del formato canción, sino de los live sets que pueda presentar. Así, las veces que he podido verle he presenciado una serie de jams electrónicos que ha ido variando dependiendo de la línea del evento. Aquí nos presentó una pieza a guitarra intervenida con un controlador que en su momento más alto incorporaba una pista de breakbeat clásico.
Parece que la prueba de sonido se extiende. En la ZONA A está Antibióticos. Alguien comienza a gritar “TOCA MIERDA”, “YA ESTÁ YA, NO PRUEBES MÁS”. Así me siento como en casa. Con un cortísimo EP publicado este mismo año —“100 mg”— son parte de una creciente movida que se ha armado de una interpretación distinta del punk, popularizado mundialmente como eggpunk —aquí incluiría sin lugar a dudas a Super Fuzz, con quienes comparten miembros, y extendería también por cierta semejanza estética a Tomyor—. Voces distorsionadas y nasales, una caja de ritmo prominente y sintetizadores mínimos. Una especie de alegría robot. En un medio con una amplia tradición punk que por momentos puede ser un tanto idioscincrática y conservadora muscialmente hablando, es fresco escuchar esta versión enérgica desde la irreverencia. Aunque en el escenario Antibióticos tiene una actitud minimalista el piso no deja de temblar. Desde el fondo del salón veo un mar de cabezas que sube y baja sin parar.
Hay una especie de viaje vertiginoso entre una zona y la otra. Una disonancia sonora permanente. Para quienes no le han seguido la pista a todos los proyectos que se están presentando hoy esta disonancia debe ser aún más pronunciada. Solo la prueba de sonido te da un pausa fugaz para procesar lo que viste anteriormente. Algunos miran con desconfianza la ZONA B como si le tuvieran miedo al ruido. Se instala Mauricio Moquillaza, uno de los nombres más notorios de esa escena experimental que emerge de la pandemia. Además de formar parte del colectivo Deshumanización, es gestor de N! Espacio —también conocido como 1049—, casa en Magdalena que se ha convertido en un foco importante para aquel circuito. Aunque este año está anunciada la publicación de su primer disco, Moquillaza cuenta con una serie de intervenciones y colaboraciones con distintos artistas que le otorgan una robusta trayectoria. Como decía líneas arriba, esta es la terna del circuito que se organiza a partir de los encuentros y sets únicos. La bandera de Moquillaza es la de la improvisación, trabajando con el control —o descontrol, dependiendo del oyente— del acontecer sonoro, el cual puede ir de las frecuencias máximas o mínimas. Describirlo como caos me parece corto, porque no se trata de desorden, sino de irrupción. Armado con una batería de sintetizadores y pedales nos trae una pieza intensa de desborde rítimico que luego es intervenida con uno de los elementos que Mauricio ha incorporado en sus presentaciones durante el último año, el charango procesado —el cual siempre es mi favorito—. Estoy en la primera línea, acomodándome como pueda entre la gente que va y viene. Hacia atrás alguien aulla sin parar mientras algunos zapatean al costado de Moquillaza. Los fotógrafos se congregan para sacar la mejor toma.
Volvemos al egg punk con su exponente más popular localmente, Super Fuzz. De grabaciones sucias y rudimentarias, verles en vivo es otra mierda. Creo que este es el punto más alto de la ZONA A, donde el sudor era inevitable y un par de personas ya están con el torso al aire. Una energía aplastante que se contagia principalmente de la performance de su frontman: un enmascarado que salta de un lado a otro e invita al baile porque por momentos la gente se amotina hacia atrás para evitar a los más avezados del pogo. La presencia de su propio enmascarado parace ser un adhesión abierta a la militancia de sus propias referencias, haciéndome recordar a la estética de Gee Tee. Sea como sea, también es refrescante ver un frontman comprometido con la energía del show —cosa que veo contadas veces en estos circuitos—. En la ZONA B aparece del backstage improvisado una batería para empezar el acto de Haiti Bon Aire. Proyecto de hardcore industrial, abrazan abiertamente el legado de Insumisión y Leo Bacteria. Sus influencias son bien claras en ese espectro musical y las explotan bien porque no es un sonido dentro de lo convencional, incluso para los circuitos adeptos a las percusiones agresivas. Con la participación de Mauricio Moquillaza como batero, son intesidad y crudeza por intravenosa. Si bien cuentan con material en plataformas, verlos tocar en vivo es también una mierda distinta y refrescante por su actitud impostada frente a las formas tradicionales de escucha y presencia en un concierto. Un olor a pintura fresca se abomba en el pequeño rincón que hay entre ese escenario improvisado y el pasadizo que va hacia los baños. Alguien está haciendo un mural a nuestras espaldas. El pogo se reprime con el espacio aunque algunos todavía hacen el amago de chocar los cuerpos. Tengo ganas de golpear a alguien.
En la ZONA A se da un vuelco sonoro de ciento ochenta grados para presentar la cuota indie de la noche: la presencia etérea de Susana Fátima. Parte de la desaparecida banda de indie pop Gomas, su recorrido por la escena va desde la explosión de bandas indie a mediados del 2010. Melódica y un tanto desencarnada, ahora se presenta acompañada de una banda como solista, mostrándonos un repertorio que incluso llega al hyperpop, además de incluir un par de los mejores hits de Gomas. Para el pase de la ZONA B se prepara un baile infernal a cargo de Drugstorecoreboy, DJ de claro purismo industrial. El set de hoy es el de la pulsión de la máquina: industrial, jungle, algo de breakbeat. A mi alrededor algunos se dejan llevar mientras otros están un tanto confundidos por la irrupción rítmica. Normal, hay que exponerse a estas otras formas de éxtasis que irrumpen en la escena o la cultura rave difundida localmente. Es saludable. Alguien me alcanza un pomo y aspiro largamente. Mientras el ardor de la sustancia sintética trepa sin demora y me explota el cráneo, la intensidad de estos beats me consume. Podría estar aquí eternamente.
Regresamos a la ceremonia de guitarras en el salón principal de Perineo. La ZONA A hace rato está reventando. Me voy al frente y con mucha seguridad dejo mis cosas junto a uno de los parlantes del escenario para bailar bien. Anticipo movimiento porque Sueño Púrpura está por tocar. No hay tanto qué decir, es mejor verlo por cuenta propia. Son sólidos en el escenario. Brutales. Hace exactamente un año hicieron su debut en la escena y se han convertido en una banda importantísima, coincidiendo también con un circuito local que se inscribe en este revival del shoegaze que mencioné anteriomente. A pesar de que cuentan con un solo single en plataformas su presencia se ha consolidado a partir de una gran cantidad de conciertos en vivo. No es la primera vez que los veo. Y de alguna manera u otra, cada concierto suyo es mejor que el anterior. Hoy se lucieron. No tengo muchas dudas al afirmar que su presentación fue la mejor de la noche. Su sonido es etéreo, inmersivo, con claras influencias del post-rock y un tanto ácido por momentos —no es casualidad, pues al menos la mitad de esta banda también es parte de Parahelio—. Las cabezas no dejan de moverse y el temblor de los cimientos es aterrador por momentos. Aun así me dejo llevar por el movimiento de la multitud que salta sin preocupaciones. Un sismo sónico que da cuenta de la altura con la que se maneja Sueño Púrpura en el escenario. Su set termina pero el público entre palmas y gritos pide otra canción. Si pudieran tocar la hora completa estoy segura que lo harían sin ningún problema. Hace meses han anunciado la grabación de su primer disco, una publicación que se anticipa con muchísima expectativa.
La ZONA B se tiñe de luces rosadas y sombras púrpuras. Una fantasía neón. Ballet Mecánico es el proyecto solista de Fernando Pinzás, quien integró la mítica banda Varsovia. Un día antes de NO NUNCA se publicó el primer single de este proyecto, “No cederé”, el cual cuenta con la participación de Susana Fátima en la voz. Aunque este single da una idea de que Ballet Mecánico se compone de una rehabilitación del italo disco y el synth, el set de hoy fue una carta de presentación interesante y mucho más completa. Junto a Susana Fátima, Luxsie —músico y gestora cultural con harta presencia en la escena experimental, fundadora de la organización Lumina— y Kat Kathia, anticipamos el material que está próximo a publicar. Además de un cover de Varsovia y T de Cobre —claro, no podía faltar “No, nunca” en NO NUNCA— en la voz de Kat Kathia, el brillo de los sintetizadores nos hace bailar al ritmo de letras cargadas de harta introspección y comentario político.
Para clausurar la ZONA A está Liquidarlo Celuloide. Debo admitir que esperaba con emoción verles porque casi nunca los veo en vivo. Luego de la publicación de “Anamnesis” en el 2020 —producido por Jaz Coleman, de la legendaria banda Killing Joke— recientemente han anunciado la grabación de nuevo material. El sonido de los Liquidarlo es el de una psicodelia con un groove abrasivo y envolvente, el cual también transita por momentos al post-punk, pero que jamás abandona su impronta ruidista. Son las dos de la mañana y aunque el público decrece por momentos el pogo permanece intacto al ritmo de los clásicos de Liquidarlo Celuloide. Hacia el fondo hay otra sala donde algunos descansan en el piso, arrollados por toda esta intensidad sónica. Un tanto perversa. Es difícil figurarse el hecho de que a la mañana siguiente este local de paredes mugrosas y pisos inestables volverá a ser una academia de música como si nada. De pronto un apagón de ínfimos segundos en el escenario principal suspende la danza, en medio de la presentación de una nueva canción. Algunos piensan que es parte del número, pues la batería, el bajo y los sintetizadores se sostienen para controlar el impase. Volviendo al curso de lo último de su set, ese impase parece jugar en contra de la solidez de su ensamble por momentos.
Aunque la ZONA A ya terminó con su programación aún nos queda el cierre de la ZONA B. La ventaja de los locales en el Centro de Lima es que no están sujetos a las políticas de control que el resto de otros núcleos y locales culturales: el ruido puede seguir hasta que uno dice basta. Es el turno de Necrosante, un proyecto de industrial y EBM donde su operador maquina desde el anonimato de un pasamontañas. A estas alturas la necedad es ley para continuar los ritmos oscuros de la noche. Quienes se quedan están entregados a la sensibilidad monstruosa que nos regala Necrosante, de una bestialidad profunda y fría. La sensación éxtasis en realidad es contraria al sentido común: va en descenso. En la parte más angosta de Perineo hay rumor dulce y ácido que se impone sobre el olor a tabaco y sudor. Su set se alarga al menos una hora más por la ausencia de la última DJ anunciada para cerrar NO NUNCA, Carlycore. Voy transitando entre el corazón de la fiesta y sus márgenes para tomar aire de vez en cuando. Lanzar comentarios. Prender un pucho. Aunque los pies me matan ignoro el dolor por la adrenalina que transpiran estos cuerpos. Algunos me dicen que lo que está sucediendo es histórico. Milagroso. Milagroso por la capacidad de encuentro que se ha gestado esta noche. Milagroso tener la oportunidad de hacer estas cosas en una época donde lo primero que se clausuran son las oportunidades. En el país de los sueños rotos. Y justo es octubre: mes de los monstruos y los milagros. De la oscuridad y las procesiones. Hoy hemos asistido a la simbiosis de ambos imaginarios. A las cuatro de la mañana las oportunidades se ven altamente brillantes, y es que en esta hora liminal las cosas parecen empezar antes que terminar. Reunidos en la planta baja de Perineo, a merced de la calle, se planea el siguiente punto de celebración.
La luz diurna me hiere las pupilas al salir de la más completa oscuridad del after. Hasta ese instante no había sentido el paso del tiempo. Por un momento pensé que el neón de la fiesta sería eterno. No lo es. La ciudad ya no es atractiva cuando se clausura la noche, las caras de la gente se vuelven raras cuando vas cruzando miradas. La ruta hacia casa es exactamente la misma, sin variaciones de por medio. Por la Vía Expresa el taxi se desplaza a una perfecta velocidad mientras Lima despierta. Miro mi cara por el retrovisar. También es rara. Miro el mismo matiz de gris en las paredes del zanjón tratando de pensar y recién entiendo la dimensión de mi cansancio al descansar mis caderas sobre la cuerina del asiento posterior. Me quedo colgada en la secuencia de su arquitectura. Por momentos me golpea la presión y pienso en cómo chucha voy a escribir sobre todo esto. Cuento las horas hacia atrás: este es el punto cero. Empezaría diciendo que a las siete de la mañana las promesas del futuro no se ven brillantes, en lo absoluto. Sin embargo, lo que sucedió en el tránsito de esta noche va a ser difícil de olvidar, así como uno deja de recordar lo que hizo el verano pasado. Algo monstruoso. Milagroso. Y será difícil de olvidar porque trae consigo una promesa por el tiempo que vendrá en un momento donde el futuro es solo una marca de tiempo. Aunque la madrugada ha descendido furiosa no puedo quitarme esta emoción de encima. Es como si la tuviera pegada en la piel. Impresa en los poros. No hay descenso en la pauta. Han pasado doce horas desde que inició este viaje. Alguien sostiene mi mano. Todavía no quiero ir a dormir.
Muchas gracias al archivo NO NUNCA (@_nonunca), que cuenta con el material registrado por @k4renology y @recs______. Las fotografías utilizadas para ilustrar esta crónica son parte de su trabajo. Aguante.