Esta noche es nuestra noche: Juan Gris en La Noche de Barranco [05/09/2024]
A propósito de los 10 años del "Está bien por ahora", Juan Gris presenta un concierto para celebrar su trayectoria musical con lo mejor de su repertorio.
Nadie mira una década hacia atrás así nomás, inocentemente. El acto de mirar “en retrospectiva” siempre nos obliga hacer una serie de balances: pérdidas y ganancias; aciertos y desaciertos. Nadie sale intacto del recuento de aquello que ya no está, de aquellas cosas que han cambiado tanto. Bajando a pie por todo Grau cruzo por el desaparecido Hensley de Barranco, ahora convertido en una especie de dark kitchen o almacén para los gigantes de las apps de deliverys. Pasar por aquí me pone nostálgica. Todavía se lee en el triplay de alguna construcción colindante una pinta a medio borrar que dice “Hens te extraño”. A mi costado veo un motorizado descansar por un instante de la jornada encendiendo un cigarrillo. Está apoyado sobre una reja negra, que es lo único distintivo que queda del local original. La casa entera está pintada de un blanco bien higiénico. Es terrible. Alguna vez también descansé la espalda contra esa misma reja, encendiendo un cigarro de tantos cigarros compartidos. Esperando por alguna banda que ahora está desaparecida, separada o funada. Del Hensley de Monterrico solo queda un portón de metal clausurado permanentemente. El Bernabé es una veterinaria. Si el fuego no pudo terminar de llevarse al Salón Imperial de Cailloma, la pandemia y el declive económico de nuestro precario país lo hizo. Eso mismo le pasó a tantos otros espacios que fueron claves para todo ese gran espectro que es el under. La última vez que estuve en Hensley fue en el 2020, pocas semanas antes de que la vida cambiara radicalmente por un virus que se esparcía en tiempo record alrededor del mundo. En unos cuantos meses se van a cumplir 5 años desde ese día. Muchas de las cosas que habían aquí ahora solo existen en mi cabeza. En mis recuerdos.
Hace 10 años era 2014. Ollanta Humala era presidente del Perú. Vino Yo La Tengo. Se presentaron en el Noise de Barranco, una noche de junio. Unos meses después en esa misma discoteca tocarían Los Planetas. Eva & John les abrió. La Lá sacó su primer disco, “Rosa”, el cual sería un referente importantísimo para la oleada de cantautoras que aparecerían en los siguientes años. Almirante Ackbar y Mundaka sacaban un split. Cocaína sacó “14 baladas, entregas breves de amor y desarraigo”, a partir de “Ave Soul”, poemario de Jorge Pimentel. Los vi en la Casa de la Literatura. Luis Guzmán cumplía un año de haber presentando“Para No Leer Más”, uno de los discos más notables de aquella escena independiente que se consolidaba en esos años. Fui a verlos en el extinto Partido Socialista. No conocía a nadie. Recuerdo que me escapé de casa. Estaba chica y pensándolo bien ahora fue un tanto irresponsable y tonto de mi parte; lo importante es que nunca me descubrieron. La entrada estaba a 5 soles. Ya nadie paga 5 soles por un concierto. Luego de ese día seguiría yendo a más tocadas. Comencé a conocer más bandas, más nombres, más música local… sin sospechar que después de 10 años seguiría de cerca la historia de todas estas personas y sus proyectos. También en 2014 la banda Juan Gris sacaría su primer disco, “Está Bien Por Ahora”. Yo lo escucharía casi hacia el año siguiente sin saber que ese indie precario sería el soundtrack de una de las épocas más confusas e intensas de mi vida. Y que esa misma banda me acompañaría más tarde de formas muy extrañas. Bajando por Grau paso por las ruinas del under de camino a La Noche de Barranco. Hoy, en 2024, veo tocar a Juan Gris por enésima vez. Hay otras cosas que parecen no cambiar. Que permanecen.
Mientras esquivo jaladores por todo el boulevard, veo hacia la estación del Metropolitano que atraviesa Bolognesi un grupo de personas que va creciendo en segundos. Podría decir que son unos años más jóvenes que yo y se siente su entusiasmo desde lejos. Ya decía que venía a ver a Juan Gris. Se presentan ellos y nadie más que ellos. Sin teloneros. Este concierto es a propósito de sus 10 años de trayectoria. Y es que de toda la terna de bandas que surgieron en la época más efervescente de las escenas independientes, Juan Gris le ha sobrevivido al pasar del tiempo y parece haberse consolidado con los años como una de las bandas más importantes de ese mismo momento. Su presencia cada vez mayor en el circuito de ferias independientes -donde claramente hay una exposición importante a un público grande y variado- junto con una profesionalización adquirida en su propuesta musical son dos aspectos que creo centrales para entender cómo es que llegan de esta forma a los 10 años. Al entrar al salón de conciertos de La Noche me doy cuenta que, más allá de la presencia de caras conocidas y amigues recurrentes, hay un público un tanto desconocido para mi pero muy habituado a la banda. Muy fiel a sus canciones y a su mística. Una banderola está colgada en el balcón que da hacia el escenario. Como toda banda consolidada por supuesto tienen una comuna. La Noche comienza a llenarse y parece que los horarios se cumplen sin mucho retraso. La luz principal baja y el escenario se inunda de un azul brillante. El contraste de luces me hace pensar en el Club Silencio de Mulholland Drive. Inconfundible desde los primeros acordes, arrancan con “Heavy”. No hay mesas. El pogo revienta de una.
Desde el anuncio del concierto se prometía un set largo con canciones que la formación actual de Juan Gris no había tocado anteriormente, junto a canciones de Rocky Uno —proyecto solista (de los tantísimos proyectos alternativos) de William Cano, vocalista—. Siento cierta expectativa por esto porque creo que su formación actual —Leoncio Huamán en la batería, Sebastián Pesadilla en el bajo y la gran adición de Rafael Carranza como segunda guitarra— es la que mejor suena. Nunca han sonado tan bien en vivo como suenan ahora. Es la mejor formación que ha tenido la banda luego de varias rotaciones y hiatos en esta década. Y es que esta formación que le ha permitido a la banda tener un sonido mucho más logrado y sólido. Si pensamos en “Está Bien por Ahora”, su identidad es la de un indie tardo-adolescente bien crónico: una producción indudablemente lo-fi, además de una lírica ágil y melancólica, junto a guitarras sobrias. Esa misma identidad le ha merecido una directa asociación con el sonido de la escena platense del indie argentino (pensando en Él Mató a un Policía Motorizado, 107 Faunos, Valentín y los Volcanes o Tobogán Andaluz). La asociación puede ser justificada y creería que no es menor, pues aquel movimiento del presente milenio es también una clara asimilación de la vena gringa del rock “alternativo” (una categoría bien amplia) noventero en latinoamérica, con referentes como Nirvana, Pixies, Smashing Pumpkins, Sonic Youth, Pavement, Dinosaur Jr. o Yo La Tengo. Es la misma influencia que claramente tiene Juan Gris y el ensamble que han logrado poner en escena lo hace patente.
Digo todo esto porque las versiones en vivo de las canciones de “Está Bien por Ahora” tienen ese ímpetu grunge que los aleja de ser una banda de indie blando y llorón. Por esa misma razón pienso que su EP del 2017, “Brillante”, es lo mejor de la producción musical de Juan Gris. “Brillante” se compone de cuatro canciones donde se amplifican las virtudes de su primer disco —de hecho, el título del EP es tomado de una canción que aparece primero en “Está Bien por Ahora” y es re-versionada aquí—. Reafirmándose en un imaginario más decadente que melancólico, este EP está plagado de coros redondos con harto gancho que invitan al pogo de forma casi automática. Estas virtudes, además, bien aprendidas de los referentes que mencionaba anteriormente. Mientras en el corazón de La Noche los muchachos saltan contra sí mismos, se intercalan canciones del primer disco y el primer EP. “Pizzas Robadas”, “A veces”, “Esquimales”. Vengo recuperándome de una laringitis atroz que me ha dejado con la voz a media caña; eso no me detiene de unirme al mosaico de gritos —otra decisión irresponsable—. Pido “Brillante”. Admito que tengo una especie de dependencia emocional con esta canción… no puedo evitar emocionarme al escucharla muy a pesar que llevo una cantidad criminal de veces escuchándola en vivo. Aunque tarde para mi / volveré a intentar / cada día más brillante. El coro repetido hasta el infinito. En la sala se canta a viva voz mientras por ahí levantan entre el público a algún chico extasiado. Podría ser un lugar bastante común el decir que cierta banda ES su público, pero de alguna manera u otra la supervivencia de Juan Gris y la frescura que uno siente al verlos tocar está directamente relacionada a la pasión de quienes le acompañan desde el pit.
Es solo en los bloques donde William Cano nos regala algunos temas de Rocky Uno que hay quietud en la sala. La potencia de las guitarras distorsionadas es reemplazada con una electricidad altamente emotiva: a través de baladas tristes y catastróficas, Willy ha capturado la atención y devoción de un público que busca refundirse en aquella sensibilidad. La banda completa aparece en la tarima con una versión en español de “Lithium”, de Nirvana. Apenas reconozco el riff trato de bajar del segundo piso sin sacarme la mierda. Mis plataformas y los escalones diminutos de La Noche no ayudan. Este cover fugaz solo prueba lo que dije anteriormente: un guiño nada sutil a uno de los referentes que marcan la existencia de Juan Gris. Luego sigue una versión que escucho por primera vez de “Insignia”, hermosa y vitalmente punky. El ímpetu adolescente del poder magnetico. La canción se explica sola. Luego de “Insignia” siguen canciones del “Tristes Hits” (2019) y “Colección de Intentos Fallidos” (2022), las cuales tienen la misma fórmula del hit indie de sus anteriores producciones —sobre todo, imaginarios sobre el desamor y la melancolía decadente, además de reafirmarse en una producción mucho más parecida a su primer disco—. Sin embargo, no me tocan de la misma forma que “Brillante” y “Está Bien por Ahora”. Esto también me hace pensar en el vertiginoso pasar del tiempo y en la forma en la que habito el recuerdo a través de la música. Si tal vez el valor agregado que le otorgo a Juan Gris es la del momento en que conecté con ellos, sobre cualquier otra cosa. Sea como sea, están aquí, y supongo que eso significa que esta experiencia ultrapersonal con el sonido de Juan Gris en realidad es una experiencia compartida con otras personas. Al final la música es este espacio ambivalente donde los afectos y las historias individuales inevitablemente son arrojados al colectivo. A lo común. Incluso la soledad más profunda y la tristeza más amarga se encuentran condicionada a esto, sin ningún reparo. Creo que es la razón por la que han adoptado una capacidad casi magnética de renovar a su público y de fidelizarlo. Te atrapan porque de alguna manera u otra dicen lo que sientes. O lo que sentiste alguna vez.
La tríada que cierra la noche es hiper clásica. Va “La Queremos”, otro hit instantáneo del EP “Brillante”. Luego Willy se queda solo al centro del escenario con su guitarra. El resto de la banda descansa. Algo que siempre me ha parecido curioso es que Willy no habla directamente en los conciertos de Juan Gris. Es algo así como un anti-front man. En realidad, quien asume la faena de manejar el curso del concierto es Sebastián Pesadilla, bajista. Sin embargo, como vocalista no es nada tímido. Con “Osito” asistimos a una misa: del público se levantan encendedores y linternas mientras cada palabra se pronuncia con perfección y sincronía. Llegar a esta parte de la noche siempre me asombra aunque con el tiempo ya no me sienta tan cerca de toda esta comunión. Miro con cierta nostalgia las formas en las que me movía este sonido, proyectándome sobre los que están al centro del pista. Por último, una versión enérgica de “Amigo”, con voces y riffs vigorosos. Esta noche es nuestra noche / estrellarnos lentamente disfrutando el resplandor / que ilumina nuestros rostros, tan hermosos perdedores / no teníamos futuro pero igual no nos importó. Hay una cosa tan simple en todo esto. Tan directa. Estar con les amigues. Cantar juntes. Abrazarles. Es jueves por la noche. No tengo voz. Mañana tengo que trabajar y sé perfectamente que voy a arrepentirme de esto. Pero mañana seguirá siendo aún mañana mientras no haya decidido tomar el taxi de regreso a casa y sienta el peso de la jornada total. La sala de conciertos de La Noche se va vaciando al mismo ritmo con el que se llenó. Se descargan instrumentos. Afuera se agrupan algunos como para seguirla. Rituales habituales, casi automáticos. No sé si quedarme. Algo me aturde. No hay nada más difícil que darle un cierre justo a esta sensación; esta cosa agridulce de las cosas que pasan con el tiempo. Nuestras canciones más reproducidas son artefactos de nuestra nostalgia personal. Máquinas del tiempo. Pacificadores de nuestra ansiedad. Aquellas pequeñas cosas a las que nos aferramos para permanecer y que irremediablemente cambian así como nos cambiaron en su momento. Hay cosas que ahora solo existen en mi cabeza. Hay cosas que permanecen en estos espacios que vuelvo a visitar de tanto en tanto, renovados a su manera. Diez años no pasan así nomás, inocentemente. Hoy —en medio de luces, cerveza y empujones— pensé en eso.
muchísimas gracias a Roberth Salinas (@113rs__) por compartirnos sus propios registros fotográficos de los eventos mencionados en esta crónica. aguante.