Parte de todo: Domingo de autodestrucción [10.09.23]
Plug plug presenta su set largo en Vichama. Nos recibe El Aire. Además, todo lo sucedido el fin de semana.
¿Qué hago en Vichama un domingo a las 10 de la noche? Al micrófono se acerca Garzo. “¿Qué pasó con Rock en el Parque?”. La gente comienza a gritar antes de que él se responda solo.“Pasó que no pasó”. Risas. Hay que recapitular: hacia las primeras horas del sábado cayó una bomba para la escena local. Puro shock. Le contesto una historia a alguien: la foto de unos amigos que tocarían en el REEP junto con un funcionario de fiscalización. Sin contexto no puedo entender la ironía y solo mando los mejores deseos para el concierto de la tarde. “No hay Rock en el Parque, la muni ha cagado la producción”. Reviso tres veces el mensaje porque me cuesta entenderlo. Ni cagando. El festival regresó a producirse en el 2022, luego de un silencio de casi una década. La historia, sin embargo, no se borra así nomás. A pesar de esa ausencia, Rock en el Parque se reconoce como un evento emblemático para la industria musical. Entonces con mayor desconcierto comienzo a ver en redes la noticia de su cancelación por la Municipalidad Metropolitana de Lima. Cancelación, claro, ilegítima y probablemente ilegal. Peor aún, una hora antes de abrir puertas. Parece que el cagadón fue hecho con hartas ganas. Veintiocho bandas junto con toda la producción y los miles de asistentes al festival quedaron en el aire.
No sé muy bien qué clase de maldición tiene Lima en las entrañas, lo cierto es que cada vez es más difícil habitar esta ciudad. Es latente su hostilidad: es carísima, violenta y segregada. Y creo que se exarcerba esta imposibilidad con gestiones como la de Renovación Popular, partido político encabezado por Rafael López-Aliaga ¿Por qué digo esto? La desintegración de los espacios públicos y la apología al control policial y/o militar de la ciudad son políticas de la gestión metropolitana y sus distritos. No tengo que extenderme sobre esto, a lo que voy es que esta cancelación es la parte más visible -y por ello, escandalosa- de la precariedad en la que subsisten los espacios donde se exponen arte y cultura. No quiero repetir que los fascistas son enemigos naturales del arte, solo porque es una frase un tanto cliché. Pero ante las embestidas municipales contra estos espacios y sus políticas corruptas, no podría pensar otra cosa más que a los fascistas de Renovación Popular realmente les molesta todo aquello que no pueden controlar. El sábado pasó con furia.
No estaba en mis planes escribir una crónica sobre ese fin de semana. Sin embargo, las circunstancias son las que nos movilizan y una más bien tiene que dejarse arrastrar por la ola de los acontecimientos. Se anunciaron un par de eventos para el mismo sábado: en Vichama se hacía “El Rock resiste!” con Barrio Calavera y Difonía -que estaban en el cartel del REEP- junto a 40 gramos, Recarga y Neuroeléctricos. Olaya Sound System avisó que tocaría un acústico en el parque Juana Alarco de Dammert. Más tarde me enteraría de “Rock en la sala”, un concierto en una casa de Miraflores entre 16 bits, Moldes, Plug plug y Fiesta Bizarra. Concierto que espero tenga un registro y que alguien cuente su historia, porque qué joda habérmelo perdido. En fin, la coyuntura estaba servida para que lxs músicos respondan a su contexto. Primero con música, ciertamente. Lo segundo es algo más complejo, como toda organización que se define por lo colectivo. El domingo sería de autodestrucción con el set completo de Plug plug en Vichama. Así que luego de su respectivo ceviche hecho por las manos benditas de Roncito, fui en procesión por toda la Brasil. Como lo harían los más fieles creyentes, a rezar me voy al Centro de Lima.
En la esquina de Carabaya con la Plaza San Martín unos muchachos ya estaban previando. Se iban a poner hasta las huevas, claramente. Yo sé que su destino era Vichama porque entraban en el prototipo de la gente que va a poguear sin consecuencias en Vichama. Además ya reconocía las caras de algunos por verlos tanto en tocadas locales. Al entrar el ambiente todavía era frío y la pista quedaba vacía. Se hacía inmensa. Nadie va hacia delante así nomás, hay que esperar que suba la banda. Antes de Plug plug viene El Aire (Tupac Amaru Experience), una banda que ha forjado su propio estatus mítico. Una piedra angular para las escenas locales que subsisten hoy en día. Es 10 de septiembre. Al día siguiente se cumple exactamente un año de la partida de JJ Castro. Recuerdo ir a “Bangor Fiesta en el cielo: Homenaje a José Javier Castro Kohler”, en la Noche de Barranco hacia finales de marzo. Se presentaba esta formación de El Aire junto a La Terminal -banda arequipeña que está en el espectro del punk al noise- y otros invitados. Hay una resonancia entre esa presentación de El Aire con la del día de hoy: sospecho que tiene que ver con el legado y la posteridad. Se me hace lógico que El Aire abra hoy esta fecha de Plug plug: si uno se pone a rastrear las genealogías del sonido de Plug plug es evidente que el fascinante eclecticismo de JJ Castro como músico está ahí presente. Escucharlos es la forma más contundente de comprobarlo.
En el escenario tenemos a Jorge Ramírez, Fernando Mora y Camilo Uriarte en las guitarras. Juan Francisco Ortega y Kamilo Riveros transitan entre el bajo y los sintetizadores. El setlist de hoy está compuesto en su mayoría por canciones de “El Aire I” (1996) y “El Aire II” (regrabado en 2016). Un izquierdazo sonoro para quien escucha. Es un viaje con mucha libertad entre el noise, la psicodelia, el rock progresivo y el art-punk. Y aunque toda letra de El Aire es una muestra de la sencillez y humanidad de JJ Castro como artista, la línea experimental del proyecto nos entrega composiciones vigorosas y estructuras complejas. Hacia mitad del setlist sube Julio “Sabú” Valdivia (Tres al Hilo, Sepulcro, Irreverentes) para ser la voz en “Cuando crezcas pueblo mío”, canción de Luis Enrique Mejía Godoy que versiona El Aire. Antes de cerrar, con la voz de Jorge Ramírez viene “Libertad”, una canción-manifiesto que me parece termina por ser muy adecuada para estos contextos donde la libertad para lxs artistas cada vez es más precaria: una proclama para mandarlo todo al carajo y prevalecer. No es un eco del pasado, sino un grito atemporal. Terminamos (valga la redundancia) con la densidad de “Terminal”, una de mis canciones favoritas de El Aire I. Vuelvo a pensar en el concierto en la Noche de Barranco. El final de una vida no es más que el efecto que esa vida deja en los otros que nos quedamos aquí. Me acerco a Kamilo para preguntarle por el setlist y le digo que sí pues, sin El Aire no hay nada.
Hay un intermedio antes de Plug plug. Desde atrás veo a los muchachos posicionarse para ensuciarse las botas y bailar. No necesariamente callarse. Algo que me gusta de ver a Plug plug en vivo es la interacción de Garzo hacia el público y Garzo con Kamilo. Hoy con ellos está Leo (Buh, Juan Gris, Gente Maravillosa) en la batería. Volviendo a Garzo, es divertidísimo verlo loquear con el público. Y yo tengo esta sensación de que los muchachos sienten a Garzo su causita entre risas. Kamilo es más articulado pero igual de divertido. Pienso que debe ser esta cosa que los años y la música puede forjar en su formato más sincero: la complicidad. Pero al instante del primer acorde, el monstruo ruge en la tarima y en el pit. En simultáneo. Abren con “I wake up”, del naranja “Triniton” (2008). I wake up every day! Tres veces consecutivas. A veces tengo la sensación de que no tienes que saberte las letras, te la aprendes en el mismo pogo. Yo me las he aprendido así cuando los vi por primera vez. El sello distintivo de la lírica de Garzo es la brevedad que hace contraste con la complejidad instrumental de Plug plug. La intensidad no decrece, sin embargo. Es otra cosa y eso es palpable cuando se corea entre empujones y tabazos. Con el primer tema alguien me tiene que agarrar porque salgo disparada hacia un costado. Nada aquí se puede controlar: hay que abrirse paso en medio del caos para bailar a gusto.
Un muchacho se sube a la tarima y lo bajan para que la multitud lo pasee en el aire -una constante en el concierto-. No somos parte de nada / somos parte de todo. La gente canta a todo pulmón como cantan todas las canciones: como un himno. Y nuevamente la brevedad de la letra le da la virtud de ser sugerente. Mientras progresa el set con “Parte de todo”, vuelve a mi la idea del legado y la influencia. Puede sonar obvio, pero pienso en la idea de pertenecer a algo. Plug plug es parte del sonido y el ímpetu de algunas escenas locales que transitan entre el math y el post-hardcore. Bandas que tomaron ese sonido como referente e hicieron lo suyo para ser referentes de otrxs. La experiencia del concierto -la curaduría de un cartel, el despliegue de un setlist para conocer de qué está hecha una banda- también nos hace pensar en esa cadena de legados y referencias que hermana a esta cosa fragmentada que se hace llamar “escena”. Yo veo a Plug plug y se me hace transparente por qué son tan importantes en un sentido colectivo para otrxs músicos y por qué el público -entre la gente de siempre y aquellos que recién los conocen- sigue yendo a verles.
Las rejas del escenario tiemblan de adelante hacia atrás mientras el descontrol en la pista va creciendo sin puntos bajos. Yo me aferro a las barandas como si me aferrara a la bulla de los parlantes. Transito de un costado al otro porque el centro del pit está muy picante aunque el local no esté completamente lleno. El bajo potente y presente de Kamilo siempre es brutal, más aún con la presencia escéncia que se carga. Uno puede sentir que entra y revienta el ritmo en la vena más profunda. Aunque los chicos en el pogo no se miden, alguien le pide a Garzo subirse a cantar con ellos desde la primera fila. Un gestazo. Luego de “Autodestrucción” sigue “Revolución”, que abre Triniton. Lo suben a José para agarrar el micro y quedarse toda la canción. Lima necesita una revolución / and we have to do something. Una letra eterna, qué más para este contexto donde algo crítico siempre está sucediendo y hay este sentimiento general de que hay algo qué hacer. La potencia de la música no solo existe en su ejecución, sino en esta capacidad de hablarnos desde adentro y desde fuera para hacer un cuerpo común. Y siento emoción con esta capacidad que tiene Plug plug para relacionarse con su público en esa dimensión también.
Dos picos de locura se sienten con “Vacaciones Urgentes” y “Casino Royale”, de “Moo Mua Moo Cow Crazy Love” (2010) que van casi juntitas en este set. Trabajar para vivir / vivir para ir a pagar / pagar para poder vivir / vivir para trabajar. En esa secuencia siento que me quedo sin voz porque me frustra saber que mañana es lunes de nuevo. Sé que me va a doler el cuerpo en las primeras horas de la jornada laboral. Y siento la misma furia de esa secuencia lírica como si fuera mía. También porque es mi canción favorita del disco. Del pecho me sale gritar qué buena mierda. Antes de llegar al final del set hay que hacerle el aguante a Leo, que viene tocando tambores y platillos con Plug plug desde el 2022 (si no me estoy equivocando, con el perdón de quien lee). Tres canciones coronan el final: “Moomuamoo”, “I don’t wanna be human” y “Cállate y baila”. Llegar a “Cállate y baila” es saber que el set está acabado, y qué pesados. Probablemente una canción que te deja en la parte más alta de euforia. La gente se quedaría más rato si pudiera. Ya es medianoche y Garzo tiene que chapar el avión de ida. Está anunciado que nos veremos de nuevo en octubre para la reunión de Metamorphosis. Esa es otra historia.
A esta hora hace hambre. Con Leo, Kamilo, Qalin y Gerson nos vamos a Beguis. Para cumplir con las buenas costumbres hay que comer un pollito antes de irnos a casa. Gerson me cuenta que administra una página de memes sobre la escena que eventualmente también se convirtió en un medio de difusión. Así sucede. Hablamos de lo distinta que están las escenas, de la gente nueva y de los que ya no bajan. De lo difícil que está hacer conciertos porque los espacios van desapareciendo. Lo del sábado fue la punta del iceberg nomás. El problema de los espacios no cambia, solo empeora. Luego se unen otros fotógrafos y Leo explica qué le sucede cuando toca bases punk. Yo de eso no entiendo pero algo habré de retener. En realidad me pone feliz escucharles. La carta de Beguis ha cambiado, uno puede ver los stickers con nuevos precios encima de la impresión. Todo está caro e imprimir menús nuevos no es rentable cuando la inflación sube repetinamente cada cierto tiempo. Me saca un poco del subidón que es el set completo de Plug plug: una pequeña resistencia antes de entrar al trance de la semana. Pero es claro que Lima necesita una revolución. El país entero. Tenemos que hacer algo.