Cuando explota la popular: el "acústico" de Bestia Bebé en Lima [06.09.23]
A puertas de su concierto en Lima, Bestia Bebé presenta un "acústico" en Lima Noise. Les acompaña La cueva del oso.
Septiembre rompió con garúas heladas. Desde las últimas semanas de agosto el frío canónico de la capital tenía mayor presencia. Panza de burro, con excepción de algunos días ligeramente soleados. Voy de camino a Lima Noise en una cúster que sube por todo Angamos. Me siento al costado del conductor y asomo un poco la cabeza por la ventana. Quiero sentir la corriente helada en la cara. Quiero sentir esa velocidad. Con un latón de chela en la mano le escribo a Roncito. “Oe, ¿en qué están?”. En julio ya se anunciaba el regreso del gran campeón: Bestia Bebé. No es la primera vez que vienen, por supuesto. Han girado por Perú varias veces con tal intensidad que ya parecen locales. Esta vez nos visitan a propósito de su gira “Gracias por nada”. Sin embargo, hace una o dos semanas sacaron una fecha “acústica” como previa al concierto en Yield. Me preguntaba cómo sonaría Bestia Bebé sin la potencia de la banda completa. Allá por el 2015 hicieron un set acústico en el Bernabé. No llegué a verlos en ese momento. Esta podría ser la oportunidad para la redención.
“Baja a lo de Bestia. Será show full band”. Cambio de planes. Qué bendición. Roncito me pasa el dato y me dan más ganas de llegar. Del Puente Primavera son solo tres cuadras de distancia. Al llegar, ese portón de metal no te hace sospechar que arriba es otro mundo. Me abren y camino sin mucha prisa. Subo las escaleras. Sé que es temprano y todavía esta vacío. Lima Noise me trae la nostalgia de lo que fue el Hensley -aunque no sea lo mismo-, por eso me gusta ir. La banda todavía está probando sonido así que hago hora y salgo al pasadizo. Por ahí escucho que preguntan si el sonido está bien o suena chancho. Trash. Me encuentro con Jimena Guinea (Dan Dan Dero). Jimsi para la gente. Nos fumamos un cigarro y hablamos. Veo los polos que se hicieron para estas fechas en Lima. Los hizo Jimsi en su taller. Hablar con ella se siente cálido. Me cuenta que el cambio del acústico al eléctrico fue cosa de unas horas. Había batería en Lima Noise, ¿por qué no? Lo demás se consiguió en el camino. La gente va a llegando con los minutos, varixs con merch de otras giras. Alguien con una camiseta del Racing se destaca entre todxs. Debe ser la de Guerrero. Roncito llega con la camiseta de la U. Obvio.
Al centro de la tarmina, un solo hombre acompañado por una guitarra y sus pedales, fiel al formato electro-acústico del show originalmente anunciado. Abriendo la noche está La cueva del Oso, proyecto solista de Sergio Saba (Cecimonster vs Donka). El set es corto y nos presenta versiones más íntimas del material publicado entre el 2021 y el 2022. La voz rasposa de Saba nos canta desde el hastío y la tristeza generacional: ya estoy muy viejo para sentirme mal / ya estoy muy lejos para poder hablar. Sospecho que viene de una catarsis personal frente al periodo de pandemia. Mi momento favorito es “La escena”. Backstage en Caylloma / ya tocó Juan Gris / la gente está caliente / no me quiero ir. Hay una nostalgia agridulce entre el recuerdo de una escena que no existe -la mención al Hensley me da en el corazón, nuevamente-, o que existe, pero ya no de las mismas formas. Rituales que han cambiado. Caras distintas. Bandas que ya no están. Estar en Lima Noise escuchando estas canciones y repasando lo que han sido estos años de “recuperación” -luego del encierro- me remueve algo. Para “¡Histeria los fines de semana!”sube Jimsi a cantar con Sergio. En la versión del single canta Susana Fátima. Ya me harté / solo quiero dormir. Es media semana y, sin embargo, la sala ya está llena.
Me quedo lo más cerca posible. Bestia Bebé se sube y la gente comienza a congregarse al frente. No importa cuántas veces pueden haber llegado a Lima: verles es ir por este espíritu que recuerda a lo más emocionante de aquellas sensibilidades aparecidas en el barrio y todo lo que le habita -los amigos, el amor y el fútbol-. Todo esto conjugado con su sonido potente, entre el garage rock y el indie. Esos himnos locales que nunca se agotan. Hace un tiempo hablaba con un amigo sobre Valentín y los Volcanes, escuchando “Todos los sábados del mundo” (2012). La pregunta entre nosotros era qué cosa hace que el indie argentino sea el indie argentino. Y decíamos, entre otras cosas, que era la capacidad de atomizar y encarnar lo ordinario de la vida urbana clasemediera. Hacerlo bello y crearle una mística. Y si bien es algo que tiene su particularidad nacional, nuestros públicos lo reciben como algo propio. Muestra de esto es la fidelidad local de ver a Bestia Bebé aunque pasen los años y pasen las fechas. Seguimos aquí por el gran campeón, porque todavía nos hablan y nos hacen vibrar. Porque te quiero tanto / te vine a ver / porque te quiero tanto / te vine a alentar. Y aunque parece fácil decir que Bestia Bebé es una banda “futbolera”, un solo concierto de ellos demuestra que el título les queda preciso. Clavado.
Empiezan en corto con “El amor ya va a llegar” mientras los reciben a gritos. Siendo el tercer track de “Las pruebas destructivas” (2017), es una hermosa versión de “True love will find you in the end” de Daniel Johnston. El amor ya va a llegar / los amigos de verdad. Bajo la luz neón del escenario, una bella composición de guitarras y una batería compacta acompañan las letras de esta versión que se siente como canción propia. Algo dentro mío no deja de emocionarse y no puedo más que tocarme el centro del pecho para sentir el bajo. Como el mismísimo himno nacional. De lleno se hace patente que esta será una fecha única para todxs lxs presentes. Tom saluda mientras la gente se calienta más. Todavía estamos tranquilxs por aquí. Siguen con “El podio del TC” (Gracias por nada, 2020) y “Antártida Argentina” (Jungla de metal, 2015). Como se va armando el setlist uno puede comprobar que la identidad de la banda del barrio de Boedo está en la dimensión más íntima del hinchaje. A veces hablar de fútbol no es hablar de fútbol. A veces es una excusa para referirse a las nostalgias de las amistades inolvidables, de los vínculos irrepetibles e incondicionales.
Me preocupa ver a la gente quieta aún. Mi fe me traiciona, sin embargo. Tom se dirige de nuevo al público: “Ya se cumplen 10 años del Bestia Bebé, vamos a tocarlo completo”. Nuevamente: qué bendición. Qué maldito. Empieza la locura y se arma un pequeño círculo al centro de la pista que va creciendo mientras suena “Omar”. De inicio a fin, aquí se corea con agitación de estadio. Letra por letra, nadie deja de cantar. Algunas con más emoción que otras, pero Tom no canta solo hoy. Siento la euforia de todxs, aunque no seamos tantos para la capacidad del local. La mayoría de asistentes más bien bordean más los treinta que los veinte, obvio. Pero hay algo que se detiene en el tiempo. O algo que regresa, intacto. Es como volver a una tocada casual en un bar cualquiera de la misma banda de siempre. Es volver a este formato rudimentario, sin los visuales o las transiciones de un show producido -como lo fue en el Yield-. Un formato que se sostiene con dos cosas bien simples: el aliento y el rock. No hay mayor complejidad. Y es bellísimo estar ahí.
Para cuando tocan “No me importa verte perder” tengo a Roncito a mi costado. Nos abrazamos como si estuviéramos en pleno partido. Y eso sucedería poco, porque somos de hinchajes distintos. Y no me importa verte perder / ya no me importa verte perder. Roncito medio en broma, medio en serio, me dice que a él sí le importa y se ríe. Cuando pierde la U, Roncito es insufrible. Infumable. Yo me río con él y me doy cuenta por qué los Bestia Bebé lo quieren tanto. O eso creo. Ya se va a anunciando el final. Tocan dos temas de su última producción: “Un documental sobre mi” y “El descontrol”. Las canciones de “Gracias por nada” (2020) me recuerdan a la fórmula de “Bestia Bebé” (2013). La diferencia que encuentro más notoria es la lírica del fracaso, sobre todo en los dos tracks que eligieron para ir coronando su setlist. Esto que digo no significa nada, todas estas canciones nos siguen hablando directamente. Cómo no reventar la garganta: me decís que soy / el malo de esta película / el ídolo que nos va a salir / pero no te entiendo / tengo que pensar. Terminan, casi como un triunfo anunciado, con “Fiesta en el Barrio”. Y nunca va a terminar. Yo quisiera que no termine jamás, casi como ponerle replay al disco otra vez.
Dieciocho canciones al hilo. Al terminar el local se va vaciando de a pocos. Lento. Para escribir esto me apuré a pedir el setlist. Es una hoja de papel couché. Atrás está impreso un certificado de la academia de artes marciales operando en el mismo piso de Lima Noise. Increíble. Ahí unx se da cuenta de lo especial de la fecha. Me piden fotos del setlist mientras otrxs se plantan en la mesa de merch. Algunxs se acercan a los muchachos de Bestia Bebé para conversar. Me gusta la onda estrecha que se forma con el público, lo sencillo que puede ser saludarlos. Mientras tanto vamos decidiendo qué sale en las próximas horas. Hoy la noche será corta, el gran día será en el centro de la ciudad. Entre discusiones nos vamos a lo más práctico: un sanguchón campesino para clausurar la jornada. Contundente y concreto.
Vamos al local de aquí nomás, el Sanguchón de la avenida Primavera. Pasamos por el Hensley clausurado. Qué pena. Frente al menú uno se siente interpelación, hay miles de posibilidades y combinaciones. Lo importante es que acá la gente coma rico luego de tremenda noche. Yo me pido una hamburguesa que apenas puedo terminar, mala gestión de mi parte. Me la traen al último. Miro en silencio -con harta hambre- cómo van llegando los pedidos. Roncito me dice que no soy hincha de Alianza, sino aficionada. Y Chicho me pregunta cuál es más popular, Alianza o la U. Voy a dejar que respondan por mí, no me voy a meter en esa guerra. Sigo pensando que me gustaría agradecerles por este momento, pero me da un poco de vergüenza porque el alimento es sagrado. Entonces invito de mi Inca Kola. Sabe a anís con pasta dental. Los detalles los voy contando porque quiero disimular mi felicidad. Septiembre rompió con garúas heladas y conciertos increíbles. Siento la ciudad más viva, aunque a veces -la mayoría de veces- se haga difícil vivir aquí. Al día siguiente, en el Yield, es seguro que van a reventarlo todo. El aliento lo guardo aún, pero no tienen idea de cuánto me ha costado.